Varias semanas atrás una
amiga compartió en su muro de Facebook un vídeo de una niña declamando un poema
de la exponente del arte afroperuano Victoria Santa Cruz titulado Me gritaron negra, la menor hacía su
interpretación con fuerza, sentimiento y excelente dicción por lo cual llamó mi
atención cada palabra que decía.
Por la impresión que me
dejó, investigué sobre la compositora y me encontré con una entrevista en la
cual ella explicaba que cuando era niña una vecina se mudó a su barrio y un día
le vociferó negra, aquello fue un barde de
agua fría para ella, no sabía
hasta ese momento que su color de piel era un problema para socializar con los
demás.
A raíz de conocer más
sobre Santa Cruz y analizar su trabajo no he dejado de hacerme varias preguntas:
1. ¿Cuál
es el afán que tenemos de que otros se sientan fuera de nuestro círculo?
2. ¿A
qué se debe tanto rechazo a los demás por su color de piel, su forma de pensar,
entre otros asuntos?
3. ¿Quién
da la autorización para que andemos hablando de los demás como si fuera nuestra
vida?
4. ¿Quién
nos ha hecho creer que nuestra manera distinta de ser debe ser un motivo para
apartarnos uno del otro?
Por cuestiones como las
anteriores, cada año cientos de jóvenes
descubren que ellos son distinto, siempre hay un conocido que se encarga de
enfatizarle su diferencia, de despreciarle por el simple hecho de tener un atributo que esa persona no decidió tener
y por no cumplir con los parámetros de bellezas que la sociedad considera
normales.
Eso es acoso y como
cualquier otro tipo no se puede ver como algo normal, no es para reírse y hacer
creer al victimario que su accionar es
correcto; por lo tanto, cada vez que se tenga la oportunidad de detener esa
acción hay que hacerlo.
Hace tiempo esas burlas
no pasaban del salón de clase o del momento en el cual se jugaba con los chicos
de la comunidad; sin embargo, hoy puede ser una pesadilla de todo el día por la facilidad que dan las redes sociales para que se hagan publicaciones que a
simple vista no están dirigidas a nadie pero que la víctima sabe que es a ella que le escriben, eso se ha convertido en un
ruido que va más allá de dejar sordo.
En el caso de Victoria
Santa Cruz, su experiencia le sirvió de
inspiración para un poema que refleja su reflexión sobre el asunto; pero hay
otros, de pensamiento distinto, que no les ocurre igual: sufren, se callan,
aguantan y luego hacen un fuerte intento de olvidar aquellos momentos desagradables,
por no mencionar los que toman decisiones más drásticas.